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Ecuador: un sector audiovisual que busca organizarse pensando en las nuevas y futuras generaciones

Por Ulises Román Rodríguez

Distintos historiadores coinciden en que los inicios del cine en Ecuador se remontan a 1901 con la primera exhibición en la ciudad de Guayaquil. Según la socióloga e investigadora Wilma Granda, en la década del ‘20 se vivió una “pequeña edad de oro” del cine ecuatoriano en la que se realizaron cerca de cincuenta películas documentales y de ficción entre las que se destacan El tesoro de Atahualpa (1924), Se necesita una guagua (1924) y Un abismo y dos almas (1925), todas realizadas por Augusto San Miguel, producciones que hasta el día de hoy continúan desaparecidas. 


De hecho, la historia inspiró la película Augusto San Miguel Ha Muerto Ayer, en la que se narra el mito de este cineasta que habría pedido ser enterrado con las bobinas de sus películas.

Otro gran momento que atravesó el cine ecuatoriano fue durante el periodo comprendido entre 1960 y 1970, cuando en Ecuador se produjeron numerosas películas en colaboración con México, alcanzando un total de dos o tres producciones por año. Una cadena productiva que lamentablemente no logró consolidarse en el tiempo.


“Tras la época industrial, el cine mexicano entra en crisis y los productores se abocan a las coproducciones a comienzos de los ‘60 hasta mediados de los ‘70. Son películas mexicanas producidas en Ecuador, con una impronta más comercial, pero muy interesantes porque retratan al país en ese momento”, explica Manolo Sarmiento, director, periodista y docente de la carrera de Cine en la Universidad de las Artes en Guayaquil que dirigió Problemas personales (2002) y La muerte de Jaime Roldós (2013). 



A pesar de que Ecuador no formó parte del nuevo cine latinoamericano, durante la década de los ‘80 el país también vivió “un boom” de cortometrajes de carácter más etnográficos o políticos, que hasta el día de hoy son considerados parte del patrimonio cinematográfico local.


Seguido a esa camada de nuevas producciones, el director Camilo Luzuriaga, en los años ‘90, dio sus primeros pasos en lo que luego se conoció como el cine moderno ecuatoriano. Fue él quien, en medio de una fuerte crisis del país, realizó largometrajes de ficción y logró coproducciones con el extranjero, sentando las bases para un nuevo nivel de formación para el sector audiovisual de Ecuador.


“Si bien Luzuriaga es precursor, se considera que el cine moderno ecuatoriano surge a raíz de Ratas, Ratones y Rateros, dirigida por Sebastián Cordero”, sostiene Sarmiento al recordar esta película emblemática presentada en 1999, que marcó el inicio de una constante producción de películas de realizadores jóvenes que narraban la vida de jóvenes urbanos. 


Sebastián Cordero, realizador ecuatoriano (derecha), y el montañista Iván Vallejo presentando

"Al otro lado de la niebla" en Festival EDOC

El escaso apoyo estatal

Con la llegada del siglo XXI el sector audiovisual ecuatoriano comenzó a asomar -a paso lento pero firme- no sólo en la realización de nuevas obras cinematográficas sino también en la lucha por políticas que alienten y respalden a los autores y autoras audiovisuales. 


Fue entre los años 2005 y 2006 cuando el cine ecuatoriano logró dinamizarse y mantener por ese entonces una producción de películas más sostenida. No obstante, el pico llegaría casi diez años después, entre 2014 y 2016, con alrededor de seis a siete películas por año, entre documentales y ficción.


De esta manera, Ecuador logró en 2006 la aprobación de la Ley de Fomento Institucional del Cine, dando lugar a que un año después se creara el Consejo Nacional de Cinematografía, que empezó a promover la realización de manera más sostenida y permitió que el país forme parte del programa Ibermedia. 


Manolo Sarmiento y Nene Nenquimo en el rodaje de El nombre de las plantas, film aún en producción (ph: Daniel Andrade)


A partir de esta Ley de Fomento, se logró poner fin a las asignaciones arbitrarias y las ayudas públicas a la producción comenzaron a estar reglamentadas y con un acceso determinado a través de concursos. Sin embargo, a raíz de la pandemia, el Gobierno se encaminó a un ahorro fiscal y dispuso la fusión del Instituto de Fomento del Cine con otra entidad de estímulo a las artes en general. 


Esta decisión provocó que el sector audiovisual en Ecuador sufriera recortes presupuestarios e incluso generó que durante los años 2021 y 2022 las convocatorias disminuyeran en su totalidad.


“Ahora hay un proceso de recuperación de eso”, le cuenta Sarmiento a AV Creators News. Además, el que fuera director y uno de los fundadores del Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine (EDOC) menciona una “novedad” que surgió en los últimos años, luego de que los productores de cine ecuatorianos se movilizaran en reclamo de políticas no sólo provenientes del sector cultural, sino también desde el sector industrial y del comercio exterior por parte del Estado. 


Lisandra I. Rivera y Manolo Sarmiento, realizadores de La muerte de Jaime Roldós en su estreno en el EDOC 2013

(ph: Festival EDOC)


Así, se logró que recientemente fuera aprobada una norma que entusiasma a los realizadores de cine del país y con la que se busca promover el “cashback”, un modelo similar al que funciona en Colombia. Este nuevo sistema consiste en la devolución de una parte de los costos y una exoneración de impuestos que se hace en producción, personal, hotelería y demás gastos.

Las nuevas generaciones

En cuanto a las nuevas camadas de autoras y autores audiovisuales ecuatorianos, gran parte está formada por jóvenes que fueron o son alumnos de INCINE, la escuela que Camilo Luzuriaga tiene en Quito. En tiempos de redes sociales, un grupo de estudiantes creó Enchufe TV, el canal de YouTube al que suben los sketches cómicos y con el que cosecharon un éxito rotundo que se traduce en millones de seguidores y visualizaciones.


José Luis Torres Leiva, director y guionista (ph: Festival EDOC)

José Luis Torres Leiva, director y guionista (ph: Festival EDOC)


A su vez, Manolo Sarmiento menciona otro fenómeno que en su país ganó protagonismo en el último tiempo. Se trata del movimiento de realizadores indígenas ecuatorianos quienes lograron que cada vez haya más películas en lenguas indígenas y ancestrales. “Internet permitió que las culturas de los pueblos indígenas se expresen masivamente, lo cual antes era imposible por la censura tácita que existía”, asegura al respecto.

La organización 

En cuanto a la organización de los autores audiovisuales de Ecuador, Manolo Sarmiento cuenta: “estamos incipientemente organizados”. En ese sentido, se ha creado la Asociación de Directores y Guionistas de Cine Independiente del Ecuador (AGD).  Sarmiento detalla que directores y guionistas pretenden seguir el camino de los productores agrupados en la Corporación Promotores Audiovisuales de Ecuador (COPAE) o los técnicos audiovisuales que se organizaron bajo la Asociación Ecuatoriana de Técnicos Cinematográficos (ATEC).


“El camino por el que nos queremos enrumbar es el de una asociación legal para luchar por la recaudación de la remuneración del derecho de autor de directores y guionistas”, detalla el realizador. Y asegura: “En Ecuador sólo los productores, los actores y los músicos son quienes recaudan”.

Encuentro de los miembros de la Asociación de Guionistas y Directores Independientes de Ecuador (AGD)

Pero además de esa lucha, el sector audiovisual ecuatoriano también debe organizarse para enfrentar la crisis que atraviesan las salas y la poca inversión que la televisión local hace en el cine.


“No hay una televisión que produzca o invierta en cine, ni siquiera en documental, eso debilita las posibilidades de consolidar un mercado o un sistema de producción y financiamiento”, lamenta el director. Y agrega: “alegan que el mercado es muy pequeño y, por otro lado, es verdad que la publicidad en televisión ha disminuido mucho. Pero históricamente, a la televisión ecuatoriana no le gusta ni la ficción, ni el documental ecuatoriano”.

Pensando en el futuro

Para Manolo Sarmiento el futuro del audiovisual en Ecuador “genera mucha esperanza teniendo en cuenta los avances tecnológicos del presente, de la mano de internet y de nuevas plataformas. Eso hay que aprovecharlo porque por ahí va el futuro”, sostiene. En tanto, el director remarca que “es evidente que el mundo del cine y del audiovisual están en crecimiento” y que por eso cree propicio pelear “por entrar y tener una tajada de todo ese gran mercado de consumo que hay”.


Rodaje de El nombre de las plantas, film de Manolo Sarmiento a estrenarse en 2024 (ph: Daniel Andrade)


“Cuando veo a los estudiantes de las escuelas o a otras tantas personas escribiendo proyectos e imaginando películas, también siento optimismo porque hay una enorme fuerza y un gran deseo de hacer películas”, comenta. En efecto, Sarmiento cree que la consolidación de una asociación de directores y guionistas será fundamental para actuar como una Sociedad de Gestión de Derechos de Autor y poder pelear por las remuneraciones que la Ley de Derechos de Autor reconoce. “Y, sobre todo, para ser un factor de desarrollo del sector que pueda dar apoyo y estímulo a todos los nuevos creadores que se están formando y que están desarrollando sus películas”, concluye.




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