El adiós a Camila Loboguerrero: pionera del cine colombiano y defensora de los autores audiovisuales
- CreatorsNews
- 21 jun
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Los creadores audiovisuales de Latinoamérica y el mundo entero despiden a Camila Loboguerrero: cineasta, pionera, educadora y defensora incansable del derecho de autor audiovisual, fallecida en la madrugada del 21 de junio en la ciudad de Bogotá, Colombia.
Su ausencia deja una herida profunda, pero también un legado imposible de borrar: el de una mujer que abrió camino donde no lo había, y que hasta sus últimos días trabajó por el bienestar colectivo de sus colegas.
Camila Loboguerrero no solo fue la primera mujer en dirigir un largometraje de ficción en Colombia. Fue también una de las voces más lúcidas y persistentes en la defensa de los creadores audiovisuales, desde su rol como vicepresidenta de DASC (Directores Audiovisuales Sociedad Colombiana), entidad a la que dedicó sus últimos años con energía, convicción y una mirada solidaria.
“No me quiero morir. Me falta hacer unas películas”, decía con su humor inteligente y esa mezcla de ternura y determinación que la definía. Hasta el final, su deseo fue seguir creando, enseñando, filmando. Camila entendía que el arte es resistencia. Y el suyo fue siempre un cine que desafió los márgenes.

Foto: Oscar Pérez
El camino de una pionera
Nacida en Bogotá en 1941, estudió Bellas Artes en la Universidad de los Andes. En 1967 viajó a París para estudiar Historia del Arte, pero fue allí -en las salas de cine del Barrio Latino y las cinematecas universitarias- donde descubrió su verdadera vocación: contar historias con imágenes. El cine brasileño, el nuevo cine latinoamericano, la revolución estética de los 60: todo eso fue detonante. “Era un ratón de cinemateca. Veía películas a diario. Y ahí descubrí el cine que había que hacer en América Latina”, recordaba en entrevistas.
Inspirada por la figura del cineasta peruano Jorge Reyes, decidió que ella también podía ser directora, aunque no tuviera contactos, ni recursos, ni una industria cinematográfica sólida en su país. En 1971 regresó a Colombia con su hijo pequeño, decidida a filmar.
Durante más de veinte años fue la única mujer en Colombia que dirigía ficción cinematográfica. Lo hizo en condiciones adversas, financiando sus películas con préstamos personales, como Con su música a otra parte (1984), donde compartió la producción y la vida con su compañero, el arquitecto Rafael Maldonado. A esta le siguieron María Cano (1990), Migrantes (1995) y Nochebuena (2008), además de numerosos documentales de gran valor cultural y social.
“Cada película fue un parto. Nunca fue fácil. Pero María Cano encontró una identificación enorme con las mujeres. Era una figura entrañable”, decía sobre su obra más reconocida, centrada en la vida de la líder socialista antioqueña.
Además de su labor como directora, Camila fue profesora universitaria y ejerció un breve período como directora de Cinematografía del Ministerio de Cultura en el año 2000. Pero su vocación no era la burocracia, sino el arte y la docencia. “No tengo alma de política. Ya le cumplí a la patria”, decía siempre con una sonrisa.
Defensora de los derechos de autor
En las últimas décadas, su energía estuvo enfocada en DASC, donde acompañó con fuerza la tarea de su fundador Mario Mitrotti. Como vicepresidenta de la entidad, fue una voz clave en la defensa de los derechos laborales y autorales de los directores colombianos, en particular de aquellos que envejecen sin pensión ni ingresos. Su lucha junto a sus colegas fue fundamental para lograr el anhelo de la Ley Pepe Sánchez, de la que este año se cumplen 8 años de su sanción en el Congreso.
También su participación activa en la creación de la Federación de Sociedades Autores Audiovisuales de Latinoamérica (FESAAL) que devino en la fundación de la Confederación Internacional de Autores Audiovisuales (AVACI) conformada por guionistas y directores de los cinco continentes. “Camila no se conformaba con haber abierto un camino para las mujeres en el cine. También quería que ese camino fuera justo, digno y colectivo”, afirman sus colegas.
Durante la pandemia escribió una autobiografía aún inédita, y recientemente trabajaba en un nuevo proyecto cinematográfico que recuperaba un cortometraje suyo filmado hace 50 años en la región del Chocó colombiano. Su capacidad de convertir el pasado en material vivo era también una forma de resistencia al olvido. “Escribí ese libro como una manera de decirle a la muerte: ‘espere, todavía no venga por mí, que quiero hacer otra cosa’”.

Foto: Mauricio Alvarado
Una despedida profunda
Desde DASC, la entidad que ayudó a fortalecer con su lucidez y compromiso, su presidenta Teresa Saldarriaga expresó el sentir colectivo: “Con profunda tristeza, lamentamos informar el fallecimiento de nuestra vicepresidenta, Camila Loboguerrero. Su partida nos ha consternado a todos. Extendemos nuestro más sentido pésame y un fuerte abrazo a sus familiares y amigos en este doloroso momento”.
La comunidad audiovisual latinoamericana la despide con gratitud, admiración y respeto. Su nombre está inscripto en la historia del cine, pero también en el corazón de quienes encontraron en ella una maestra, una colega, una mujer valiente. “Si yo no me estreso, estoy muerta. Si no hago nada, estoy muerta, o me busco enfermedades tal vez”, decía. Camila vivió creando. Vivió luchando. Y en su obra, seguirá viva.
El cine colombiano tiene muchas madres, pero solo una pionera. Camila Loboguerrero demostró que crear es resistir. Su mirada es vital, su voz, indispensable. Para muchas generaciones, ha sido y seguirá siendo una puerta abierta al futuro del cine hecho por mujeres en Colombia.

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